La luz del fuego se apagaba
En tu radiante mirada de quejumbre irradiada.
Un hálito de escarcha te ungía.
Pero no pienses que te alejas,
Ni te imaginas quién te guarda.
No sabes quien te espera
En su ardiente morada.
La luna te inunda con su mirada
En su solsticio apesadumbrada,
Que agotas el vapor de su lozana sonrisa,
Pero con un guiño de esperanza...
Y los de abajo, los de aquí abajo,
El calor de uno besos robados,
De esos vientos perfectos,
De esa èlfica sonrisa que no piensa por los dos.
Y digo lo que pienso,
Y digo lo que pienso,
Y tú, siempre piensa lo que te digo."