Viene a mi la mañana a despertarme, despacio me levanto, sin
ganas de nada, expulsado de mis sueños. Estiro mis lacios músculos y crujo mis
dedos antes de sentarme, cigarrillo en boca y desayuno de sucio licor
amarillento, frente al teclado de mi vieja Olivetti. Acabo de empezar a
escribir.
“21 de Junio, pistoletazo de salida al arduo verano”
Enciendo un nuevo cigarro y le apreto un buen sorbo al whisky, me sumo en mis pensamientos con paciencia y vuelven a salir de mi las palabras una a una, olvidando la ansiedad.
Sigues dormida en el sofá , con cara de inocencia, perdida entre ese mundo de fantasía que creamos aquel distante 21 de junio, y mientras, yo te sigo escribiendo con una facilidad pasmosa al observarte cual preso observa su libertad.
Sólo nosotros sabemos que no hay guerras cuando echamos el pestillo, que la libertad no acaba cuando volamos hacia el destino, que aunque esa vida sea tan cutre, contigo no es lo mismo, se convierte en terciopelo en vez de lija.
Por aquel entonces dejé de ser duro como el asfalto y que aunque la vida siempre vaya a contraluz, te miro y vislumbro que contigo mañana será siempre mejor.
Un día la negra vino con la citara que compone el destino, buscándome como estribillo para su canción, luchaste con ella para ganarte el derecho de ser la dueña de mi corazón.
Te miro y le cuento al papel lo que no cuento a nadie, ni a ti. Sé que voy a darme un respiro cuando acabe este alegato y vacío quede mi vaso, busco la manera de vestirme de príncipe azul para vivir por siempre en tu cuento y que no me conviertas en rana, que de tus besos estoy hecho, de tu sonrisa y de mis malos momentos.
Se me acabó el licor y se fue la inspiración. Vuelvo a
tumbarme en tu lado del sofá de los sueños, escanciando tu aroma que aun
perdura, por si algún día te da por volver de ese lugar mágico al que fuiste.
Por si un día las hadas te dejan volver.