Tras el espejo me encuentro un aliento cargado de llanto y dolor. De frente a mis ojos, la lluvia acontece plagada de tanto rencor que no me apetece salir al triste y ajado mundo exterior, prefiero doblar el camino y caminar, cada vez más a contracorriente, por debajo de la gente, que simplemente se ve normal y grandilocuente, especial.
Y yo agazapado en mi bufanda callejeo por una ciudad que ya no siento. Ni quiero.
Desilusiones quizá.
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