Volví a nacer cuando perdí el dolor de tus silencios,
cuando descubrí en el placer de tus miradas lo que
siempre enmarcaban mis sueños…

"En lo Hondo"
Gustavo GP

martes, 26 de octubre de 2010

EL LAGO DE LOS MONSTRUOS


Érase una vez, en un pueblecito cerca de Bruselas, que se llamaba Tervuren,
había un gran parque, y en medio del parque había un bosque gigantesco;
y en ese bosque, había un lago oscuro y tenebroso
en el que vivía un monstruo, que se llamaba Monsta.
Monsta se había comido todos los monstruos que vivían en el lago
y todos los niños que se acercaban a la orilla del lago
y por eso tenía una tripa enorme y redonda;
ésta era tan grande que, cuando el monstruo se movía,
le arrastraba por el suelo y, para moverse mejor,
tenía que agarrarse a las ramas de los árboles que rodeaban el lago,
y todas estaban medio caídas y casi a la altura del agua.
Monsta, el monstruo, estaba hambriento, tenía hambre;
ya no había nada que comer; se había comido todos los monstruos,
y los niños ya no se acercaban a la orilla del lago porque tenían miedo.
Hasta que un día, cerca del lago, había un grupo
de niños jugando al fútbol y un niño chiquitito le dio un
patadón al balón que fue a parar cerca de una esquina del lago.
Monsta, que cada día tenía más hambre, miró a esa cosa
redonda, cerca de la esquina del lago, y pensó: me la podría comer.
Así que se fue hacia la esquina, arrastrando su tripa y
agarrándose en las ramas de los árboles y, de un bocado, se tragó el balón.
Entonces, los monstruos y los niños que estaban dentro de la tripa,
empezaron a jugar un partido de fútbol entre ellos,
y un monstruo le dio un patadón al balón que lo explotó.
Todo el aire del balón salió fuera y la tripa empezó a hincharse e
hincharse hasta que también explotó.
Entonces todos los monstruos salieron fuera de la tripa
y todos los niños se fueron corriendo a sus casitas a decirles a sus papas
ya estamos aquí y a contarles todo lo que había pasado
La tripa de Monsta ya no estaba grande y redonda
y no tocaba el suelo y él estaba delgado.
Podía caminar sin agarrarse a las ramas de los árboles
y, además tenía amigos.
Había más monstruos en el lago y podía jugar con ellos.
Entonces Monsta pensó: Ya no voy a comer más monstruos ni más niños.
Y desde ese momento, Monsta solo comía las frutas de los
árboles que había cerca del lago.
Y cuando los niños se acercaban a la orilla del lago,
Monsta les daba un paseo por el lago en su enorme cola.
Y todos fueron felices, comieron las frutas de los árboles
y colorín, colorado, este cuento se ha acabado,
Y ahora...
¡ A DORMIR !




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