Jorge nunca se ha alegrado de la desgracia ajena, ni nunca
ha deseado el mal de nadie, pero no ha podido evitar sentir cierto cosquilleo
en el estómago, al llegarle la noticia de que un imponente Transatlántico,
recorre a la deriva la distancia que le separa del mejor y más grande puerto
del país, hacia el desolado paisaje norteño dónde no existe suficiente caladero
para semejante navío, que llegó a contar
con cuatrocientos tripulantes, Capitán y Sub-oficiales incluidos.
Muchos de esos tripulantes se quedaron atrás tiempo atrás
por diferentes motivos, por el simple hecho de dejar atrás su pasado reciente,
por no temer al fracaso o por ser
valientes en sus decisiones. Hubo otros
que fueron obligados a naufragar.
Todos ellos recibieron las críticas de sus ya ex compañeros
de viaje y tuvieron que soportar diversidad de injusticias e insultos.
“Fracasados” y “ A arreglar el mundo”
solían ser los más frecuentes.
Esto da que pensar que por fin, la vida es justa y pone a
cada uno en su sitio y le da a Jorge y a otros muchos, la pequeña revancha que les tenía preparada el
destino a todos los que sufrieron ese tipo de abordaje.
Por eso, ahora es el momento de recordar a todos los que
navegaron durante todos estos años y
mantuvieron la nave a flote y no les dejaron continuar.
Así se demuestra una vez más, que no se puede vivir
eternamente poniendo el culo, y me refiero de una forma mental, porque física,
es más que digno.
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