No eran preguntas susurradas,
eran súplicas y alaridos,
creo que era el invierno preguntando por ti,
un invierno al desuso,
cálido, sumiso, cubierto de lodo,
de oscura tez,
con los brazos abiertos,
un invierno despierto eternamente,
un invierno errante,
golpeando puertas y ventanas,
tal vez buscando resquicios
en tu alma,
por encima de todo y
a ras del suelo,
un invierno al fin vencido,
supongo que derretido
y vuelto agua lo convertiste
en sudor,
en aroma a ti,
condenado para siempre
a bregar con tu recuerdo,
a desistir como tantos otros
de tenerte,
a marchar mirando hacia atrás
cada dos pasos,
tu lo miras, impasible,
sonríes,
te recuerda a ti misma,
en otro tiempo.