Hoy no he llegado a tiempo para
verte de cerca, pero si para escuchar tu dulce voz, esa que quita las telarañas
de cualquier rincón en las almas pasajeras. La que no tiene prisa que valga la
pena, esa que tiende a rendir sin rencores mis sueños. Has estado radiante en
la noche ribereña, en ti se ha reflejado
la luna. Notas serenas y pudor constante.
Los que se amotinan tienen razones, de
sobra conocidas y con ilusiones. Iluminas los ojos a la guadaña, le das el
renombre, ¿Muerte? ¡Que no! Serenidad, toda la que a mi me falta, la que nos demuestra
firmeza. Hoy abrazado a las palabras siento el placer de la huida, a un viaje a la tranquilidad, de paz y de sosiego,
de calma, esa que atesoran las letras
escritas con pluma, en papel y con sentimiento,
esas que nunca dije, y que nunca pensé escribir. Noto como con ese fugaz encuentro
de tus palabras en mi sien, me invade la sensación de que una vez esa boca de
la que emerge tu dulce voz y llena de clavos mi atizado corazón, fue aparte de
tuya, de los dos.
Lo vuestro es un amor con final feliz, de esos donde los protagonistas duermen juntos para siempre.
ResponderEliminarLapsus: aparte es una sola palabra.
Abrazos, siempre.
Perdón. ya te dije que soy tornero, borrico por excelencia. ya corrijo.
EliminarAbrazos
El agua del río por la noche tiene otro carisma, seduce por su cantar, su espejo de ondulación serena viene a retratar las maravillas del cielo para iluminarse e iluminar. Un abrazo.
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