Me educaron lo seres formales sin preguntar, ni oír,
callar.
Aprendí en tres salmos y un capón
Lo que es el bien, el mal y su razón.
Oraciones mil, arrepentimientos…pufff!
Castigos, fuego eterno.
Dolor, oscuras noches
Secretos sueños.
Falsos profetas que viven en los cuentos.
Esos que nos quieren contar,
Que no entretienen ni a los muertos.
Pero como todo, como casi siempre,
Resucitan deseos ocultos
Deseos de puños cerrados,
De gargantas secas,
De lágrimas de tristeza
Y palacios de cartón.
Porque en sus calles no hay sitio para ellos
Están lejos de los cuentos, que se vayan,
No nos quieren ver, son prohibidos los cuentos que
cuentan
Los que esconden todas las miserias, ¡que hasta los perros
lloran!
No me reprimiré, no me olvidaré de ti. ¡Ja!
Falsos profetas, repletos de promesas,
Se olvidan pronto de las bocas torcidas,
Del dolor de las barrigas por el masticar del aire.
Muchas inversiones en oraciones,
Que por confesarnos nos libran del pecado.
Me asqueo.
Que la delincuencia de hoy no es lo que piensan
Los que gobiernan,
Porque olvidan deprisa,
Hoy la gente lucha por su comida
Y mata por la de sus hijos.
Y les duele.
Duele, porque conocen del sabor del pan duro,
Porque sustentan con hambre a sus familias.
Y te ven a ti, postergado, que sigues
ahí, indiferente.
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