Es la sensación de merecer
Lo que alimenta al desalmado,
La incapacidad de saber mirar
En la entraña de lo humano.
Si fracasa la ambición
Se genera la paciencia,
Ciencia exacta que no olvida
Que la conciencia no se alquila.
Si una lágrima rompe la lluvia,
Truena la indiferencia
En dos corazones mutilados,
Donde Cupido es sinónimo de diablo.
Es la astucia un don preciado
Que no adhiere diligencias
Es la envidia una dama negra
Que con su hoz no desespera.
Espera y espera
El momento oportuno
De silbarte al oído
Ven aquí, mi nuevo bicho.
Idólatra incrédulo,
¿Dónde están tus ejércitos?
Abonados con indiferencia divina,
Regados con la muesca del engaño.
Idólatra incrédulo…
Fastos de degeneración
Asume como siempre
Tu consciencia se adivina;
Sólo hay que verte envejecer
Delante del pesebre
Que tu aliento peca de fúnebre
Siniestro y tenso.
Ciego, no puedes merecer
El ámbito celeste;
Monstruo que clama su perdón
Por ser indiferente
Ante la vil situación
De querer ser
Mejor que el resto de la gente.
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