Hay veces que quisiera olvidar los silencios crueles del destino o quizá simplemente quisiera olvidar la apatía que desde hace un tiempo vive alojada dentro de mi mismo.
Pienso a veces:
La resistencia es inútil, porque el verdugo permanece inmóvil e inmune al dolor, tapado con su negra máscara en espera de la decisión final. Y a mí, el espasmo del cuerpo me llega con el tajo vil. Y mis ojos abiertos quedan observando el infinito, sin fin.
Odiando lo que pudo haber sido. Simplemente porque no pudo ser.