El monótono tañer de las campanas.
El empantanado crepúsculo insomne.
El polvo del sueño caído en las alas.
Yo habitado en un lamento y solo.
Soy mi propia novia, mis deseos
mis caricias
mi duda, mi dolor,
mi sed, mi suspiro,
mi último aliento,
mi solitario habitáculo.
Hermosa luna que esconden las nubes
y no se ve, se siente tenebrosa
se intuye cerca,
se tumba quieta y yace
en tu ventana abierta,
en tu sombrío corazón,
en la triste agonía prohibida
a la tierra que se muere
y negra mortaja la enfunda.
Adivina quién
se
esconde
tras esta congoja
y no se atreve
a enseñar
su débil pezuña.
Es el viento. Nada más.
No me extrañas que no lo encuentre, está demostrado que no existe. El descanso, me refiero.
ResponderEliminarAbrazos, siempre