La gente me mira indiferente desde su lugar en la vida.
Les observo pudriendo mi alma con su saliva.
Lenguas viperinas que no convencen ni a su sombra, intentan regalar piedad, con su pan se lo coman.
Al volver la vista atrás, te siento andar, noto tus pasos, escucho tu voz que me susurra al oído aquella canción que escribimos los dos.
Su lengua de fuego no me intimida. Nadie me empuja a mi destino, únicamente yo soy la espada que se clava en mis entrañas y el miedo que recorre mi maltrecha muralla es el abismo que me separa de tu vida sin mi alma.
Intentaré construir de nuevo la fachada sin mentiras, de mi vida sin la tuya, volver de nuevo la vista hacia delante, obviar la terquedad, perdiendo la fe en tu mirada, comprendiendo que al final para mi no serás nunca nada.
Siempre hay despedidas.
ResponderEliminarMe gustó leer-te.
Besos siempre, siempre
Afortunadamente si.
ResponderEliminarGracias por volver siempre.
Besos siempre, siempre.