Volví a nacer cuando perdí el dolor de tus silencios,
cuando descubrí en el placer de tus miradas lo que
siempre enmarcaban mis sueños…

"En lo Hondo"
Gustavo GP

miércoles, 27 de junio de 2012

Mis Viejas Zapatillas de Volar

Busqué debajo de las viejas lecturas…

Entre las hojas llenas de operaciones matemáticas, desordenadas por la época del aprendizaje.

Debajo del atlas donde todavía la URSS era gigante y ríos y montañas se llamaban entre sí con nombres impronunciables.
Miré debajo de una vieja camiseta de gimnasia mal hecha, (la gimnasia).
Miré entre carpetas con separadores de colores todavía vivos y hojas cuadriculadas con ortografía casi perfecta.

Y por fin, allí estaban.
Cubiertas de tiempo en forma de polvo.

Pero ya me quedaban pequeñas…
Mis viejas zapatillas de volar.






Forever

Para mi Madre y por Ti Papá.


Y le oyeron charlar con los amigos del ayer, observaron su atenta y fija mirada a la esquina de la habitación, incluso al apagado televisor.
Todos lo sabían, incluso yo, pero ninguno se atrevía a aceptarlo, no podían  creer lo que pasaba viéndole  tan feliz, aparentemente, rodeado de la gente que él más quería, te hablaba, se reía, no quería que te preocuparas, la vida se le escapaba por momentos y siempre decía que estaba bien, que tenía hambre, incluso el último día. Nunca se quejó.
En un momento, la confundió con uno de aquellos amigotes del pasado, y le confió todos los secretos que nunca a nadie había contado, los que se  había guardado por siempre. Habló de sus hijos y nietos, de sus viajes vacacionales y por supuesto de ella. Le contó cuanto la quería y todo lo que sentía y sentiría por ella siempre, a su lado.
Ese sábado maldito, un último aliento despidió su cuerpo al encontrarse de nuevo con ella a su lado, la estaba esperando. Como en una bella canción de amor, aguantó en su agonía por ella.

Yo no creo en ningún tipo de Dios sobre el cielo o la tierra, o los mares, o lo que sea. Pero hoy martes, en el colegio de mis hijos sonaba el "Aleluya", justo en el  tercer día, ¿Ironía?

sábado, 23 de junio de 2012

Soledad

Y cuando alguien muere el mundo no se para, no se detiene. Es como un pensamiento  solitario y triste para un día de invierno, húmedo y frío. Siempre fue alegre y feliz, pero un día algo cambio. A partir de entonces nada volvió a ser lo mismo  ya no quería sonreír, no podía ser feliz. A lo mejor  resultaba más fácil llorar y encerrarse. Tal vez, toda esa felicidad no estaba hecha para ella o tal vez, ya había gastado esa cantidad que algún Dios le regalara para toda la vida. Desde pequeña todos la exigían demasiado, nunca era lo suficientemente buena para nada, nunca encontró a nadie que pudiese comprenderla, que mirara más allá de sus debilidades, que la quisiera de verdad. La soledad siempre hace estragos en una mente sana, pero más aún en una mente machacada. Dejó que su mente vagara largo rato, sin que nada pudiera proporcionarle ningún tipo de sensación. De todas formas el final ya estaba cerca. Llegados a ese punto,  las lágrimas brotaron por sus mejillas. Lentamente se levantó de la cama dejando atrás su almohada empapada y salió al balcón. El sonoro golpe precedió a los sibilantes sonidos de las sirenas de los coches patrulla.

jueves, 14 de junio de 2012

Infamia


Solo se oía un pitido intermitente en la habitación del Hospital General.
Hace ya más de tres meses que Tomás estaba en coma producido al derribarse el piso donde vivía con su mujer y sus dos hijos de 7 y 3 años respectivamente. Piso en el cual se alojaba desde hacía más de un año, desde que el banco le desalojara, le desahuciara.
Era profesor de instituto, le despidieron y se le acabó el paro, a su mujer, la denegaron la ayuda de dependencia, solo le quedaban dos años para terminar la hipoteca y Tomás intentó renegociar con el banco, pidió ayuda a fondos sociales e incluso a la administración, pero ésta prefirió inyectar liquidez a los bancos. Por eso tuvo que refugiarse en el bloque de los grafitis.
 Tomás salvó la vida de su familia gracias a que interpuso sus cuerpo entre ellos y los escombros, pero las heridas sufridas por él hacían que los médicos no apostaran por su vida.
Esa tarde de finales de Septiembre, los pequeños fueron a verle al hospital y le dieron un gran beso y un fortísimo abrazo.  En ese mismo momento una lágrima brotó de los ojos inertes de Tomás y una sonrisa se dibujó en su rostro. Después, el intermitente pitido pasó a ser odiosamente constante.

Esta familia se ha convertido en otra víctima (y van demasiadas) de un nuevo , terrorismo legal, que, no por el mero hecho de ser legal deja de ser infame. 

Sodoma Y Gomorra


En el principio de los Tiempos, dos ciudades convivían a ambas orillas del río.  Las campanas  repicaban con un latido de bronce a ambos márgenes del Jordán. Se escuchaban los ecos de lenguas indescifrables, como dos relojes de arena que separaran sus orillas siete segundos, como siete catedrales.
Sodoma y Gomorra habían permanecido indiferentes la una a la otra durante siglos. Ignoraban su  presencia como un asesino ignora el dolor sufrido por su víctima, como un banquiero ignora el dolor causado.
Así fue hasta que se elevó la primera torre, o el primer minarete, o la primera atalaya; nadie recuerda ya el propósito, ni  qué ciudad emergió primero. Pero fue entonces cuando las dos urbes se reconocieron como iguales y supieron por fin que no estaban solas en la infinita llanura, que una semejante extensión de cubículos era penetrada diariamente por semejante muchedumbre de hombres al otro lado de los reflejos del río.
Y fue entonces cuando corrieron a encontrarse, a ritmo de andamios y de cimientos. Tardaron unos cuantos años, pero al final ambas lamían las veredas del suntuoso río. Se miraban asombradas con las ventanas muy abiertas, como dos bebés que ven por primera vez un rostro humano. Se husmearon, se exploraron, se tantearon y se tentaron. Conocieron el deseo ardiente de la piedra y anhelaron el tacto obsceno del adobe recién cocido.
Hasta que por fin se tendieron los puentes: de una sólida y contundente roca mojada. Y por los puentes galoparon todos los sentimientos enclaustrados… Besos. Besos violentos de labios como espadas, besos que querían vencer a la soledad quebrando muros y pieles, besos que tenían sed de puño y de fuerza y de movimiento en bruto, besos que necesitaban morder para sentirse de carne y diente, para sentir el mordisco ajeno y nunca más ser una sola boca. Y nunca más sentirse piedra sola. Besos de Judas.
Con el tiempo cesaron estos besos y vinieron otros, quizá más suaves pero no mejores ni más tiernos. Besos con sal. Diferentes, apaciguados. Creció una muralla que abrazó a las dos ciudades en un único gesto y ambas permanecieron entrelazadas mientras dormían sobre sábanas de blanco satén.
Pasaron los siglos como horas y los imperios como estaciones. Crecieron y murieron muchas lunas y muchos hombres. Las ciudades seguían durmiendo, soñando con las arquitecturas que las iban haciendo crecer. Soñando con vivir.
Cuando finalmente despertaron, encontraron los puentes demolidos y las orillas llenas de fusiles. Hasta el cementerio estaba dividido, aunque los cipreses de ambos lados fueran igual de tristes. Las familias separadas se encontraban a escondidas por la noche o enviaban cartas de contrabando. Y las dos ciudades sufrían indeciblemente porque las habían cercenado sin piedad ni miramientos. Las habían desolado
Un buen día, algún Dios de los Cielos o de las Aguas, o del los Fondos Monetarios decidió que el amor entre las dos ciudades era inaceptable y repugnante y que debía ser eliminado. Pese a que allí vivían diez o  veinte o treinta e incluso cincuenta hombres justos,  (raro por cierto) la ira divina cayó igualmente sobre todos, en forma de un infierno de fuego y azufre, y banqueros inmisericordes. Y así quedaron derruidas sobre la tierra Sodoma y Gomorra, sin más vida que las sombras aterradas que miraban hacia arriba un segundo antes de convertirse en estatuas de sal.
Sin embargo, la tierra bajo las estatuas aun oculta un extenso laberinto de alcantarillas compartido por ambas ciudades. Allí se guarecieron de la hecatombe muchos hombres y algunos perros. Ellos se están salvando  del diluvio y mantienen la guerra por la subsistencia y el poder. El subsuelo se ha convertido en su residencia habitual, en un Arca sin Noé.



domingo, 10 de junio de 2012

Noches Heladas



No comprende por qué el destino le trata tan mal. Si es que existe el destino, su destino. No estaría de más que alguien le diera de una vez esa anhelada explicación que tanto tiempo llevaba buscando. ¿Por qué le tocó a él? ¿Cuál es el motivo de tan cruel castigo? Todo comenzó a partir de aquella alocada tarde de lluvias torrenciales, ese momento inmóvil en el tiempo cuando el rayo ilumina el cielo y  deja el camino al sórdido estruendo de su acompañante más fiel.  Allí lo vio. Un tremendo escalofrío le recorrió el cuerpo. Entonces lo sintió. Un mordisco seco.  Después, todo fue más frío, y mucho, mucho más silencioso. En su boca, la mueca de un grito que nunca llegó a emitir, sus ojos se llenaron de sombras y su cuerpo, que no dejaba de caer, sin moverse del sitial, sin ruido y sin dolor. Ya no había dolor. Ni ahora ni en los siglos venideros sentiría el más mínimo dolor. Desde que se convirtió en  Hombre Lobo.


(La angustia de aquella noche)

Hacía mucho frío. Oía sus pisadas sobre las húmedas hojas. Olía el miedo en la distancia,  a pesar de que le faltaba ya hasta la última gota de su aliento. Sentía como la vida se le escapaba por momentos. Confiaba en él y le había traicionado. Él le llevó  allí esa noche, esa noche helada de luna infame. Por el camino quedaban los riscos del Glasnost, grises y escarpados, con altas torres de vigilancia en las cimas. Más adelante, el terreno descendía hasta convertirse en una vasta llanura que se perdía en la lejanía. Le llevó y le abandonó a su suerte, sabiendo que lo peor estaba por llegar. La bestia vendría a por él. Se lo llevaría lejos, a un mundo irreal, a un mundo que ya no sería el suyo. Con eso sabía que le salvaría la vida, sabía que lo perdería, sí,  pero eso no le importaba, nada le importaba más que el no ver morir a su hijo.

 Continuará...


sábado, 2 de junio de 2012

Bajo la Luna Oscura


Bajo una luna oscura
Van ahogándose mis penas
En un vaso rebosante de amargura.
Caminando por los campos
Embadurnado en alcohol,
Ajeno a mi desdicha
Debatiendo con mi sombra,
Razón de mi sinrazón.
Un momento de lucidez
Incandescente y febril,
Hace que brote en mi
De nuevo esa dulce sensación
De un sentimiento de pasión
Desmembrado ahora, del calor
Que un día me dio tu corazón.
Vuelta a la inconsciencia
De mi mente enajenada,
Encuentro perdida mi mirada
Desvariando en mi locura
Bajo esa luna oscura.
(Que una vez fue tuya, mía, de los dos).