Para mi Madre y por Ti Papá.
Y le oyeron charlar con los amigos del ayer, observaron su atenta y fija mirada a la esquina de la habitación, incluso al apagado televisor.
Todos lo sabían, incluso yo, pero ninguno se atrevía a aceptarlo, no podían creer lo que pasaba viéndole tan feliz, aparentemente, rodeado de la gente que él más quería, te hablaba, se reía, no quería que te preocuparas, la vida se le escapaba por momentos y siempre decía que estaba bien, que tenía hambre, incluso el último día. Nunca se quejó.
En un momento, la confundió con uno de aquellos amigotes del pasado, y le confió todos los secretos que nunca a nadie había contado, los que se había guardado por siempre. Habló de sus hijos y nietos, de sus viajes vacacionales y por supuesto de ella. Le contó cuanto la quería y todo lo que sentía y sentiría por ella siempre, a su lado.
Ese sábado maldito, un último aliento despidió su cuerpo al encontrarse de nuevo con ella a su lado, la estaba esperando. Como en una bella canción de amor, aguantó en su agonía por ella.
Yo no creo en ningún tipo de Dios sobre el cielo o la tierra, o los mares, o lo que sea. Pero hoy martes, en el colegio de mis hijos sonaba el "Aleluya", justo en el tercer día, ¿Ironía?