No comprende por qué el destino le trata tan mal. Si es que existe el destino, su destino. No estaría de más que alguien le diera de una vez esa anhelada explicación que tanto tiempo llevaba buscando. ¿Por qué le tocó a él? ¿Cuál es el motivo de tan cruel castigo? Todo comenzó a partir de aquella alocada tarde de lluvias torrenciales, ese momento inmóvil en el tiempo cuando el rayo ilumina el cielo y deja el camino al sórdido estruendo de su acompañante más fiel. Allí lo vio. Un tremendo escalofrío le recorrió el cuerpo. Entonces lo sintió. Un mordisco seco. Después, todo fue más frío, y mucho, mucho más silencioso. En su boca, la mueca de un grito que nunca llegó a emitir, sus ojos se llenaron de sombras y su cuerpo, que no dejaba de caer, sin moverse del sitial, sin ruido y sin dolor. Ya no había dolor. Ni ahora ni en los siglos venideros sentiría el más mínimo dolor. Desde que se convirtió en Hombre Lobo.
(La angustia de aquella noche)
Hacía mucho frío. Oía sus pisadas sobre las húmedas hojas. Olía el miedo en la distancia, a pesar de que le faltaba ya hasta la última gota de su aliento. Sentía como la vida se le escapaba por momentos. Confiaba en él y le había traicionado. Él le llevó allí esa noche, esa noche helada de luna infame. Por el camino quedaban los riscos del Glasnost, grises y escarpados, con altas torres de vigilancia en las cimas. Más adelante, el terreno descendía hasta convertirse en una vasta llanura que se perdía en la lejanía. Le llevó y le abandonó a su suerte, sabiendo que lo peor estaba por llegar. La bestia vendría a por él. Se lo llevaría lejos, a un mundo irreal, a un mundo que ya no sería el suyo. Con eso sabía que le salvaría la vida, sabía que lo perdería, sí, pero eso no le importaba, nada le importaba más que el no ver morir a su hijo.
Continuará...
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