Solo se oía un pitido intermitente en la habitación del Hospital General.
Hace ya más de tres meses que Tomás estaba en coma producido al derribarse el piso donde vivía con su mujer y sus dos hijos de 7 y 3 años respectivamente. Piso en el cual se alojaba desde hacía más de un año, desde que el banco le desalojara, le desahuciara.
Era profesor de instituto, le despidieron y se le acabó el paro, a su mujer, la denegaron la ayuda de dependencia, solo le quedaban dos años para terminar la hipoteca y Tomás intentó renegociar con el banco, pidió ayuda a fondos sociales e incluso a la administración, pero ésta prefirió inyectar liquidez a los bancos. Por eso tuvo que refugiarse en el bloque de los grafitis.
Era profesor de instituto, le despidieron y se le acabó el paro, a su mujer, la denegaron la ayuda de dependencia, solo le quedaban dos años para terminar la hipoteca y Tomás intentó renegociar con el banco, pidió ayuda a fondos sociales e incluso a la administración, pero ésta prefirió inyectar liquidez a los bancos. Por eso tuvo que refugiarse en el bloque de los grafitis.
Tomás salvó la vida de su familia gracias a que interpuso sus cuerpo entre ellos y los escombros, pero las heridas sufridas por él hacían que los médicos no apostaran por su vida.
Esa tarde de finales de Septiembre, los pequeños fueron a verle al hospital y le dieron un gran beso y un fortísimo abrazo. En ese mismo momento una lágrima brotó de los ojos inertes de Tomás y una sonrisa se dibujó en su rostro. Después, el intermitente pitido pasó a ser odiosamente constante.
Esta familia se ha convertido en otra víctima (y van demasiadas) de un nuevo , terrorismo legal, que, no por el mero hecho de ser legal deja de ser infame.
No hay comentarios:
Publicar un comentario