Mirando a través de los ojos del recuerdo, que brotan de mi
cabeza como el agua de un manantial, comprendo lo que la vida hizo de mí, mas
no pretendo que los demás la compartan, ni falta que me hace ya.
Ahora, mientras intento plasmar sobre el papel estas líneas, sentado en mi
estudio, observo a través de la ventana abierta, poso la mirada sobre la
frondosa higuera que recubre la fachada de
esta sórdida ciudadela y pienso que la libertad verdadera solo existe en el
mundo de los sueños.
Harto de ver crueldades gratuitas en un mundo de vulgares
ambiciones, decidí acogerme en mi retiro
y relatar los hechos acaecidos en nuestro tiempo tan verazmente, como permita el trajín de mi memoria.
“Mi nombre es García Delacroix,
descendiente de Flandes y Sargento Mayor de los Tercios españoles en tierras
paganas."
El conflicto
permanente en Flandes, siguió en el reinado de nuestro Tercer Felipe, este con
una tozudez digna de su padre, no daba su brazo a torcer, pero la falta de
dinero para sostener dicha contienda y la imposibilidad de obtener una clara
victoria que pusiera fin a las hostilidades, dieron paso a una tregua que los
holandeses celebraron, ya que aparte de reconocerles su soberanía, la guerra
también les perjudicaba en su comercio marítimo con las Indias Orientales,
dicha tregua fue de doce años de duración y a España le quedó el sabor agrio de
cincuenta años de conflicto por aquellas tierras. Así cuando no se llegaba aún
al año de reinado de nuestro Felipe el Cuarto, el Conde Duque de Olivares no
pudo o no supo sustraerse a las corrientes de opinión en la Corte y aconsejó al rey, engatusándole con
los argumentos ya conocidos de su no conversión católica y la negativa
holandesa a reintegrarse a nuestra soberanía, a reanudar el conflicto bélico.
Esto supondría el principio de la ruina definitiva de un Imperio como el
Español.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario