Volví a nacer cuando perdí el dolor de tus silencios,
cuando descubrí en el placer de tus miradas lo que
siempre enmarcaban mis sueños…

"En lo Hondo"
Gustavo GP

jueves, 14 de enero de 2016

El Atico


  No sé que os parecerá, me vuelvo a atrever con los relatos un poco más largos.

 
Ese día estaba especialmente cansado. Subía desganado las escaleras de su portal al finalizar su jornada. Se apoyó en la barandilla un instante para recobrar el aliento antes de recorrer el largo descansillo con amplios ventanales que le conducía hacia la puerta de su pequeño ático. Allí, inmóvil contemplaba las estrellas en la noche clara, absorto en sus pensamientos.
Era el único vecino del inmueble, un edificio medio en ruinas, paraíso de ratas, ratones y demás alimañas.
Encendió el enésimo cigarrillo y se lo fumó en la tranquilidad de la noche antes de entrar en casa. De pronto algo llamó su atención, un resplandor seguido de una sombra recorrió el desvencijado patio  de la vieja casona, en la habitación contigua al viejo abrevadero, hasta detenerse fijamente sobre él. Un frenético escalofrío recorrió su cuerpo e hizo que su corazón palpitara fuertemente. El sobresalto le hizo echarse hacia atrás y pegarse a la pared del descansillo. Cuando consiguió calmarse, volvió a acercar su mirada por la ventana y no había nada. Allí no había ni rastro de presencia alguna. Se obligó a pensar que había sido fruto del cansancio y de su imaginación, por lo que entró en su ático dispuesto a descansar.
Pasó la noche inquieta, repleto de sudores extraños.
A la mañana siguiente, un nuevo día igual de rutinario que  el anterior, aunque no dejaba de pensar en lo acaecido la noche anterior. Algo, no sabe qué, le daba vueltas en la cabeza y le hacía sentirse de lo más extraño, como un cruel dejavu.
 De nuevo se encontraba subiendo las escaleras del portal, al llegar al descansillo de siempre, se paró, pero esta vez no iba pensando en el agradable momento de fumarse su cigarro, si no con las ansias de poder contemplar la ventana para ver si podría ver algo. Pero no había conseguido ver nada fuera de lo común y se disponía a entrar en casa.
En la última calada le pareció ver de nuevo el resplandor, seguido de la sombra inquieta de mirada penetrante. Pero tal como apareció, se desvaneció  dejándole nuevamente con la duda de si era real lo que veía o no. Esa noche aunque cayó tan cansado en la cama como siempre, no podía quedarse dormido pensando si la sombra estaba ahí de verdad o era el agotamiento producido por las largas noches de trabajo en la editorial y que le tenía terriblemente aletargado.
Al día siguiente al acabar su jornada, volvía a casa más cansado que ningún otro día, le temblaban las manos y el cuerpo se le estremecía con temblorosos espasmos producidos por la fiebre.
Pero de forma inesperada, al subir las escaleras, una extraña fuerza tiraba de él hacia arriba, notó el alivio en sus piernas  y subió de tres en tres los desvencijados escalones hasta llegar al ventanal del angosto pasillo. Encendió un nuevo cigarrillo y empezó a observar a través del ventanal por si llegara la sombra. Y allí estaba, mirándole fijamente, la veía con más claridad que nunca distinguiéndole los ojos brillantes de gato.
Un espasmo súbito volvió a recordar que las piernas le dolían intensamente, y el miedo, esta vez sí, el miedo recorrió todo su cuerpo haciéndole trastabillar y caer justo antes de entrar en su casa, cerrarlo todo con llave y meterse en la cama vestido como iba.
Esa noche no pudo pegar ojo, se preguntaba el motivo de porqué estaba hospedado en ese caserón abandonado sin más vecinos que las ratas y gatos, qué podía ser esa sombra, ¿alguien que quisiera que se marchara de allí?
Sacó todo el valor que pudo conseguir con unas copas de ron y se acercó hacia la habitación que daba al patio abandonado de la vieja casona con la intención de averiguar de una vez por todas qué era esa cosa.
Se encontraba cercano al pilón cuando su cuerpo empezó a temblar y su cabello a erizarse. Sintió unas enormes ganas de salir corriendo pero la curiosidad pudo con él y se armó de coraje, Abrió la puerta que respondió con un estruendoso chirrido oxidado y entró.
 Todo se encontraba en completa oscuridad, aun así pudo ver un viejo candelabro que conservaba restos de lo que serían velas y lo encendió. Lo que pudo ver en la poca luz que emitía el candelabro le heló la sangre, En una esquina, una figura toda vestida de negro. Estaba encorvada y parecía mirarle fijamente.
Se quedó completamente inmóvil y quería salir corriendo de allí pero sus piernas no reaccionaban a las órdenes de su cerebro.
De pronto se le acercó y sin decir nada alargó su mano invitando a este que la cogiera, había algo irresistible en aquella sombra y no pudo evitar que su mano se entrelazara con la de la figura.
Fue en ese momento cuando la sombra se despojó del turbante que le tapaba la cara y fue cuando entendió por fin todo lo que ocurría. Le pasaron una a una como viñetas de un cómic, todo lo acaecido en los últimos días.
La sombra era él mismo. Estaba muerto y lo sabía, ahora lo comprendía todo.
El otro día encontraron el cadáver de un joven en el pasillo de su casa mirando por la ventana a un punto infinito del patio, con los ojos totalmente en blanco y una expresión de terror en el rostro. Estaba totalmente rígido rodeado de una inmensidad de colillas.
Cualquiera que lo hubiera visto desde fuera hubiera creído que estaba vivo mirando a través del amplio ventanal.

 

 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Mi querido amigo, un texto el tuyo con tintes oníricos y ese misterio que lleva implícito me ha dado la mano también para llegar al final, un final, que en verdad no intuía.

    Muy bueno,

    Besos siempre.

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