No hay
abrazos en los brazos de la luna, esos que ponen linde al mar bravío, los que
nos despiden con las lagrimitas que ya no queremos, esas que nos esperan entre
las luces de los bares.
Cuando huele
al perfume de las gotas de rocío, cuando el cantar del gallo nos anuncia que la
noche se acaba y esa luna de plata se esconde para dejar paso a la luminosa y
verde mañana, notamos cómo la adrenalina nos surge desde lo más hondo y
palpita.
Las lluvias
traicioneras dejan guerras de amor en ayunas y charcos de corrientes rencorosas
que obstaculizan el camino y nos confunden
con barcos a la deriva.
No habrá
quien pueda con puñados de palabras y corazones en carne viva al llegar las
golondrinas.
Año tras
año, primavera. Siempre has sido igual.
"Las lluvias traicioneras dejan guerras de amor en ayunas y charcos de corrientes rencorosas que obstaculizan el camino y nos confunden con barcos a la deriva". Está llegando la primavera, siempre viene con su mes de abril y una pequeña cuerda (para salvarnos o ahogarnos) y que luego se recuerde como el último preludio. O vete a saber cómo.
ResponderEliminarOjalá fuéramos pájaros.
Un abrazo.
Ahora que lo dices, sí, en primavera pasan las golondrinas, y no sé porqué siempre me han parecido algo tristes.
ResponderEliminarLa primavera no es triste, pero algo de ese dulzor en la luz entretejida con los árboles, pone nostálgico.
Saludos, Gustavo.