Amanece un nuevo día triste y
gris que me hace recordar aquel día en que todo sucedió, no lo puedo olvidar,
ha pasado otro año más y son veinte ya, cuando el destino hizo que al final de
ese oscuro callejón la luz en tus ojos dejara de brillar para ti y para mí. Alguien nos la robó.
Amanece y la luz que inunda la
habitación me deja en un rincón, abatido, sin nada en mi interior.
Hoy como siempre vuelvo a
recordar la historia sin final que me hace un año más saber que ahí estás. Me refugio en mi
gabardina gris como la primera vez que te vi y me dirijo al último vagón de ese
tren que nos llevó al lugar donde te conocí y te invité a cenar, aquella vez…
Sentado en ese vagón, solitario,
sin más compañía que mi imagen en el cristal, lloro al recordar tu sonrisa
llena de vitalidad, sin nada que temer, sin pensar lo que instantes después te
iba a pasar.
He reservado una mesa en ese bar
que tanto te gustaba. La primera vez que conseguí cenar contigo fue allí, siempre lo recordaré,
y cada veintidós vuelvo al mismo lugar, pido siempre el mismo menú, para dos,
con rosas en jarrón. Fiel a mi cita contigo. Me deslizo bajo la mesa cuando veo pasar la tuna, que quizá, quiso
cantarnos esa canción que nunca nos llegó...Porque en ese momento tocaba salir
y tú eras feliz, y yo nunca lo fui como allí. En la puerta me esperabas al acabar, yo tuve un desliz, y tuve que al baño acudir, en qué hora perdí, mi vida, las
ganas de vivir…
...Me extrañé a la hora de salir
cuando no te vi, me sobresalté al concebir que no estabas allí y le pregunté al
guardia aquel y me contestó que: “se fue
con otros dos por ese callejón”.
Corriendo fui hacia el lugar y lo que me
encontré, fue una figura turbia y acurrucada en la pared sin luz en la mirada.
No había nadie en el lugar, solo una oscura bombilla al final del callejón donde ni los gritos más fuertes se
podían escuchar. Desde entonces todo es gris, tu cuerpo junto a mí, no me dejaron siquiera un triste adiós,
no me pude despedir de ti.
Muy pobre fue la bala que nos partió
el corazón, un frasco de colonia, un perfume de Dior, mientras me esperabas a que saliera en
esa noche de amor, pasó lo que quizá un minuto atrás (por mi culpa) no fuera a
pasar.
Más de mil veces le he pedido a
Dios que me cambiara por ti, que mi alma no le duele al mundo tanto como la
tuya, pero no he obtenido respuesta.
Llevo rememorando este día desde
que pasó, desde que me levanto hasta que decae la noche. Veo las doce en el
reloj y me parte el corazón.
He puesto estas líneas en papel,
deseando que al final de este mundo haya otro mejor, donde nos dejen vivir en
paz, donde nos habiliten la posibilidad de creer en nosotros dos, por fin. Hoy veinte años después, todo lo que el miedo me hizo dudar no se escapará, he decidido acercarme a tu portal y conseguir entrar. Lo intentaré.
Ya lo veo llegar, el suelo, cada
vez más grande, rodea mi mundo, esperando el golpe, Pum…
Detrás, al final del túnel, te
veo llegar con esa sonrisa que más de veinte años llevo recordando, pero ahora
sí, sí eres tú. No sabes lo que te he echado de menos.
Los caminos del reencuentro son inexcrutables, también. Noqueante escrito, desde luego, subvertido por esa celebración final al final del túnel.
ResponderEliminarAl final, has hecho lo que tenías que hacer. Lo otro, como dice Sabina, es volver a los bares donde has sido feliz, y no suele funcionar.
Abrazos
Dicen que no debemos volver a ese lugar donde fuimos una vez felices pero siempre nos queda esa espinita por saber qué habría pasado, qué pasará. Y para ganar hay que jugar arriesgando (muchas veces al doble o nada).
ResponderEliminarLuego hay que saltear otros caminos, continuar hacia adelante.
Es muy bonito lo que has escrito. Un abrazo enorme. :)