Cuando me pongo a escribir me doy cuenta que es la mejor
manera (no tengo otra) que se me ocurre
para no tener que pagar psicólogos. Es la forma de escupir sentimientos y
recuerdos aunque hay veces que te llegan a salpicar si no intentas (o no
puedes) apartarte. Sin duda, la mejor forma de evadirse cuando se necesita ese momento de paz que solo las letras pueden darte.
Esos besos que nunca fuimos capaces de darnos, esas caricias
que arañaban el corazón con el odio, anegando la pasión. Las palabras que unen
mi sino contigo (vosotros) y conmigo son las que dicta mi inconsciencia perdida
mojada en ron y miel. Largas noches de tinta y papel de estraza arrugado y
encogido como la fruta escarchada que hacen que en mi soledad salgan a la luz unos versos desencadenados
donde se plasman mis sueños, mis temores mis pasiones y mis odios, donde la
mejor forma que tengo de pasar el mal humor es aferrándome a mi locura, garabateando
sinsentidos en un papel.
Nunca sabría decir que si en los momentos tristes saliera
una buena canción, si sería capaz de ser buen compositor, pero lo que si se
seguro es destrozar versos.
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