Perdona que sin haberte conocido
me robaras el alma, no tuviste culpa pero yo lo deseaba. Fuiste Tú silencio y
mi alma ronca al sentir tu alborada dejará de latir si tu aliento me escapara.
Hiciste el menor de los casos a
mis noches sin luna, a mis desplantes rocosos de frugales chanzas, cuando tus
ojos deslumbraban al cronos y se fijaban
en los míos, aunque solo fuera un instante. Recuerdo el agarrado baile que nos
marcamos aquella noche, tan lejana ya en la memoria, tan perdida en el
tiempo. Después, el vacío de un tiempo sin saber nada y por fin, otra vez, otro baile. Recuerdo tu saliva golpeando mi
garganta cuando en silencio te robé ese par de besos. Fue la última vez que nos
vimos, y la primera que te dediqué unos versos aunque no fueran míos.
“Que el viento te lleve hacia tus
sueños, tus sueños cúmplelos.
Que el viento te lleve y que en
las nubes, la tristeza tropiece al pasar”.
En la soledad de las velas,
cuando cojo pluma y papel para desglosar
tabúes, surgen los pensamientos tristes que me llevan siempre hacia
donde tu aura guía. Esos sentimientos
hacen que vuelva a dedicar mi delicada tristeza a plasmar recuerdos de dulce
amargura que me devuelven tu mirada de miel pura y esos, tuyos, labios de boca de
fresa tan dulces y delicados que por un instante sí fueron míos.
Vuelvo a hilar frases y versos
dentro de mi cabeza mas aunque lo intente evitar, todos llevan a ti.