El Dios mortal de las almas pasajeras se encontró en Ítaca con la pequeña princesa. Él, príncipe valiente de corazón, despertó junto a un olivo. En la orilla, una barca. Con dos remos. En el cielo, ni una sola nube. En su corazón, latidos imparables.
Despertó sudando y con las sábanas mojadas. La princesa nunca más volvió por Ítaca. El Dios aún hoy busca su diosa. El príncipe se viste de azul cada mañana para ir a trabajar. ”Si nos dejáis”
Ha vivido largo tiempo sin obtener ningún mensaje. Ha vivido solamente con su nombre por delante, ha querido sin tener un amigo que le calme, vivir sin nadie que le ladre, una vida diferente por saberse interesante, del poder maledicente, documentado por de frente, lástima de gente que de fe ha de votárate, que sin ti indiferente ha ganado a quien le lame... las heridas de las mieles del poder indulgente, pobrecitos madre mía, que sin ti no serían y contigo a sangre fría las heridas los lamían.
Ha vivido largo tiempo sin obtener ningún mensaje, lástima de coloraje mientras dure ese cobarde.
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