Desconcierto
Estaba desconcertado tratando de averiguar el por qué, la
razón de aquel fugaz e irracional encuentro. ¿Sería cierto que la vi? Tal vez
estuve soñando, envuelto en la calentura de la fiebre y me dejé llevar por el deseo de verla y
abrazarla, podría ser pero ahí estaba la rosa y los moratones en mi espalda. ¿Qué
pasó? No entendía nada.
Cada segundo que pasaba en el reloj suspiraba por su
recuerdo, amparado en la nostalgia de sus besos y caricias, pasaba las noches
en vela rogando a los dioses que alejara
de mí ese amor extraño, ese amor sin dueño o que me lo entregara para siempre.
A cada momento se hacía más y más grande aunque Venus solo existiera en mis
sueños, ya me había roto el alma en mil
pedazos.
Pasaron semanas y no supe de ella. Tantas veces recordé esos
encuentros que no encontraba apoyo con nada ni con nadie, mis amigos, mi familia, la universidad, nada me hacía sentir
bien, no sabía cómo recuperar mi vida
anterior, cómo superar este vendaval de emociones contenidas. Nadie sabía de la
existencia de mi amada. Por estos días incluso llegué a odiar el corazón
humano, las emociones…
Cuando pasaban los momentos de bajón y venía la calma,
cuando pensaba en aquellos encuentros, me daba cuenta que la debía tanto,
tanto a aquella dama, que sin saber su nombre, sin casi hablar, me dijo tantas
cosas en el silencio, con sus caricias, deleitadas por sus besos, extasiadas en
la delicia de su desnudez.
Con esto, una mañana
de noviembre me preparaba para salir a la universidad, cogí mis libros
y cayó un sobre negro. Lo cogí y ponía
mi nombre. Estaba sellado con un beso, lo abrí y encontré otro papel de suave
terciopelo y olor a flores frescas en el cual escritas con letras rojas de
sangre dos únicas palabras – TE AMO – y ¿sabes qué? El corazón me dio un vuelco
y me aceleró el pulso hasta hacer tronar mis sienes.
Tenía que ser de ella, era su olor.
No asistí a clase, me quedé todo el día embobado leyendo la
carta en la cafetería de la universidad, suspirando, sonriéndole a la nada.
Estaba esperanzado, convencido de la existencia de ese ser angelical que en
forma de mujer me robó el corazón y la vida. Ahí tenía la prueba, no podía
haberlo soñado, estaban la rosa y ahora esa carta perfumada. Aletargado como
estaba no vi hasta la tarde las otras palabras que escritas con dulce letra
decían…
-Te espero esta noche a las dos de la madrugada en la puerta
del parque del arce, donde nos vimos la primera vez, ven amor mío,
embriaguémonos de amor hasta que despunte
el alba, entra en mi cuerpo y seamos uno, que nuestro corazón sepa que el amor
no es parte de la vida, que va más allá de la muerte…Te diré mi nombre y seremos
uno tú y yo para siempre si tú quieres.
No dejaba de llover.
Me despertó el pitido de las máquinas del hospital, me dolía
el alma, la cabeza me estallaba y la lengua parecía haber crecido diez kilos.
No comprendía qué es lo que estaba haciendo allí repleto de cables y agujas.
La puerta se abrió y todos entraron por la puerta formando
una tremenda algarabía, llorando y
riendo de alegría, me abrazaban, me besaban, yo no sabía que estaba pasando. Cuando
nos calmamos todos un poco me contaron que llevaba en coma seis meses, mayo. Me
contaron que tuve un accidente aquella mañana de noviembre al salir de la
universidad, me arrolló un coche, según testigos iba atolondrado, con los ojos
muy fijos leyendo un papel negro y no vi
ni el semáforo, ni el coche.
Me recuperé y me dieron de alta a los pocos días, no sabía
nada de Venus desde aquella cita a la que no pude asistir, nadie la había visto
por el hospital, no había venido a verme, claro no sabría nada, pensaría que no
quise acudir a su encuentro.
Volví a mi casa e
intenté recuperar la vida que llevaba antes de...antes de que todo me partiera
el alma, no sabía si podría llegar a ser el mismo de antes. Regresé a la
universidad a recuperar lo perdido e intentar acabar la carrera de periodismo.
No volví a saber de ella. Conseguí
guardar en algún perdido rincón de mi memoria su recuerdo, y parecía que volvía
a ser el mismo Juan de siempre. Una noche acabando los exámenes de fin de curso
fui a casa agotado por el estudio y directamente me tumbé en el sofá. Me quedé
casi dormido.
Empezó a llover agua de mayo.
Creí oír que se abría la puerta y que alguien venía y me
besaba la frente, se acercaba a mi
oído y en un susurro me soltaba con una
voz de caramelo...Te esperé en el parque esa madrugada mi amor, pero no fuiste.
Abrí los ojos sobresaltado y allí estaba ella de nuevo,
justo a mi lado.
-Tuve un accidente, no pude acudir- dije aturdido, Pero ¿me
vas a decir quién eres y por qué juegas así conmigo? Vienes de noche susurrando,
como un ladrón sin dueño, me hablas, me besas, me das esperanza y te vas sin
decir adiós, sin decir cuándo volverás y no vuelvo a saber de ti y...
-Tranquilo Juan, calla, todo tiene explicación, no estoy
jugando contigo, tranquilo, te lo voy a contar todo. Y me volvió a besar con una dulzura que no he
sentido jamás.
Se muestra interesante la historia, con tintes oníricos. Quién puede saber lo que es sueño o realidad, creo que es algo complejo. Me sigue gustado.
ResponderEliminarBesos siempre.
Es lo que tiene el desconcierto, que nunca se sabe de qué lado vienen los golpes...y los abrazos. Ya solo queda uno y acabo de cambiar el final.
EliminarHasta mañana.
Gracias María, besos siempre.
Como soy nueva en este blog me da la impresión que el final está por venir y no pienso perdérmelo por tanto te seguiré y además porque me gusta lo leido.
ResponderEliminarUn saludo y esperando...
Gracias a ti Manuela por venir a pasear por esto lares de locura que son mis letras.
EliminarMe alegra que te guste la serie, hoy he publicado la cuarta y definitiva entrega. Ya me dirás si te gusta.
Un abrazo.