– ¿Quién eres? – le pregunté de nuevo.
– Me llamo María y me conoces desde hace mucho tiempo aunque no te acuerdes. Te quiero desde siempre aunque no lo sabía. Hasta que te vi en septiembre no me di cuenta de cuán grande era mi amor por ti, de cuanto te amaba. Es muy difícil de explicar y más de entender pero allá voy, por favor no me interrumpas y escucha con atención.
Hace unos diez años tuve un accidente, un día lluvioso de septiembre un coche me atropelló al volver del colegio y se dio a la fuga, me dejó tirada en la puerta del parque del arce, desangrándome. Tenía doce años, igual que tú entonces. Mientras caminaba por el túnel hacia la luz, conseguí volver la cabeza y te vi allí, al lado de la cabina telefónica llamando a la ambulancia, gritando como un loco, intentando ayudarme.
-Pero eso no puede ser-
-Si Juan, estoy muerta, estoy aquí porque prometí que un día volvería para darte las gracias por aquel gesto, por intentar ayudarme a vivir, pero no imaginé que me iba a enamorar tan loca y perdidamente de ti, perdóname por arrastrarte a esta locura, por hacerte sufrir así.
Estalló en llanto.
Yo no sabía que responder. Estaba aturdido. Recordaba aquel incidente, sí, pero no podía ser ella, no podía ser que estuviera muerta, y los besos, y los abrazos, y las caricias…
Pero una sensación de calma absoluta me invadió por momentos hasta llegar a notar flotar mis pies y con una serenidad pasmosa mientras le secaba las lágrimas le dije…
– No llores, yo también te amo, yo también quiero estar contigo.
No voy a separarme de ti, no quiero separarme de ti María, sabes que te amaré por siempre, aunque no pueda tenerte.
– Me llamo María y me conoces desde hace mucho tiempo aunque no te acuerdes. Te quiero desde siempre aunque no lo sabía. Hasta que te vi en septiembre no me di cuenta de cuán grande era mi amor por ti, de cuanto te amaba. Es muy difícil de explicar y más de entender pero allá voy, por favor no me interrumpas y escucha con atención.
Hace unos diez años tuve un accidente, un día lluvioso de septiembre un coche me atropelló al volver del colegio y se dio a la fuga, me dejó tirada en la puerta del parque del arce, desangrándome. Tenía doce años, igual que tú entonces. Mientras caminaba por el túnel hacia la luz, conseguí volver la cabeza y te vi allí, al lado de la cabina telefónica llamando a la ambulancia, gritando como un loco, intentando ayudarme.
-Pero eso no puede ser-
-Si Juan, estoy muerta, estoy aquí porque prometí que un día volvería para darte las gracias por aquel gesto, por intentar ayudarme a vivir, pero no imaginé que me iba a enamorar tan loca y perdidamente de ti, perdóname por arrastrarte a esta locura, por hacerte sufrir así.
Estalló en llanto.
Yo no sabía que responder. Estaba aturdido. Recordaba aquel incidente, sí, pero no podía ser ella, no podía ser que estuviera muerta, y los besos, y los abrazos, y las caricias…
Pero una sensación de calma absoluta me invadió por momentos hasta llegar a notar flotar mis pies y con una serenidad pasmosa mientras le secaba las lágrimas le dije…
– No llores, yo también te amo, yo también quiero estar contigo.
No voy a separarme de ti, no quiero separarme de ti María, sabes que te amaré por siempre, aunque no pueda tenerte.
Sonó la alarma de mi móvil, me había dormido y
escuché risas a mi alrededor, - Mira, ya
se ha despertado el colgao, ja ja ja- estaba en la cafetería de la universidad,
miré el calendario en la pared y marcaba 12
de noviembre, el mismo día que tuve el accidente. ¿Pero cómo era posible
esto?Aturdido salí de alli intentando poner en orden mi
destrozada cabeza. El coma, los encuentros con María, la conversación de ayer
noche, porque la recordaba de ayer... ¿Otra vez los sueños? ¿Qué me pasaba, tenía
alucinaciones otra vez? No, no podía ser, existían evidencias de que no estaba
loco, demasiadas pruebas.
Me acerqué a un bar cercano y pedí una cerveza. En mis manos tenía aquel papel negro con letras rojizas que me emplazaba a ir al parque esa noche a las dos de la madrugada, la cita con María a la que no pude acudir. Puede que el destino me brindara otra oportunidad.
De repente se me ocurrió, la mejor idea que he tenido en mi vida. Pues no, no estoy loco. No estoy loco, no, mamá, lo que quiero que sepas y que comprendas es que estoy perdidamente enamorado… locamente enamorado de María. Por eso te estoy escribiendo esta carta, como despedida porque no sé si podría despedirme a la cara. No creo que volvamos a vernos. Hoy voy al parque del arce a ver a María, a reunirme con ella, ojalá pudieras verla tú también, quedarías tan encantada con ella.
Me acerqué a un bar cercano y pedí una cerveza. En mis manos tenía aquel papel negro con letras rojizas que me emplazaba a ir al parque esa noche a las dos de la madrugada, la cita con María a la que no pude acudir. Puede que el destino me brindara otra oportunidad.
De repente se me ocurrió, la mejor idea que he tenido en mi vida. Pues no, no estoy loco. No estoy loco, no, mamá, lo que quiero que sepas y que comprendas es que estoy perdidamente enamorado… locamente enamorado de María. Por eso te estoy escribiendo esta carta, como despedida porque no sé si podría despedirme a la cara. No creo que volvamos a vernos. Hoy voy al parque del arce a ver a María, a reunirme con ella, ojalá pudieras verla tú también, quedarías tan encantada con ella.
Os quiero muchísimo, que no se os olvide, dile a papá que no me espere despierto, no iré
a verle a casa hoy… Ah por cierto, dile también que no espere el revólver de
vuelta.
Con todo mi amor, vuestro hijo.
Juan.
“Al día siguiente, 13 de noviembre de 2002,
la policía encontró el cuerpo de un joven de 22 años, diagnosticado de esquizofrenia
paranoide en tratamiento, con un disparo en la sien en la puerta de acceso al
parque del arce. Según los informes policiales todo apuntaba a suicidio ya que
el arma encontrada en su regazo pertenecía a la familia y porque cerca del
cadáver se encontró una carta de despedida a su madre, escrita con tinta roja
en suave papel negro”.
Sentados, al otro lado del parque, resguardándose
de la lluvia de mediados de otoño, María y Juan, contemplaban abrazados la escena, enamorados y juntos al fin, para
toda la eternidad.
Trágico final, o quizás no tanto. A veces ese otro lado sorprende sobremanera, entonces sobreviene pensar si en verdad la realidad no es otra, sino que la que se infunde en la mente, en ese mundo paralelo al nuestro.
ResponderEliminarMe gustó. Un placer leerte, Gustavo.
Besos, siempre.
Yo creo que al final optó por seguir los deseos de su corazón, imaginario o no.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte por estos lugares de locura.
Besos siempre para ti también y feliz fin de semana.
Quizás, en contra de lo que afirmabas al prinicpio, el relato no es tan diferente a lo que has escrito hasta ahora.
ResponderEliminarAbrazos, siempre
Creo que en un principio lo era, pero la cabra tira al monte. Quizás fueran por el tamaño, nunca he escrito tanto entrelazado.
EliminarAbrazos