He bajado al infierno para comprenderme,
al fuego suplicando calor, y crepitándome,
no consigo relanzar tanta pasión,
silenciarme...no.
No he podido permitirme
momentos de lucidez.
Carencias de niñez adusta,
locura transitoria, lobreguez.
El dolor de tu mirada me apuñala,
muero porque no me matas con tu daga banca
que realzo en mi pluma cuando te escibo.
No, no hay color.
Si vieran en el espejo el ocre de tus pupilas...
la cereza de tus labios y ese brillo carmesi que
deslumbra...lo entenderían. Vaya, ya lo creo.
Pero no cabemos en su regalo,
este jardín no acepta màs flores.
Y vuelvo más despues que pronto a estabilizar mi mente,
despejarla de todo vaporoso enjendro y comprendo
lo que entonces no pude...
Y me asomo al lugar del recuerdo
despues de muerto,
para unirnos, esta vez si, para siempre,
en el silencio.
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