Fueron cientos de lágrimas negras
Fueron miles de noches, en vela
Fueron tristes los besos que no llegaron
Fueron miseria la veces que olvidamos
Fueron yo y tú
Fueron ellos
Fueron todos aquellos.
Fueron ellos, los versos que no escribieron.
Fueron esos, todos los poetas que silenciaron...
A punta de disparo.
Siento, que el momento en que vivimos nos dibuja un pensamiento que no ceja en suspirar: Qué momento más dulce tuvimos y no supimos respirar!
Esa letanía de años, ajados, de las tinieblas laureados, nos quisieron separar y en una absurdidez de redes se quisieron encontrar, mas el tiempo fue su púlpito y angosto su pobre caminar. Tras la herrumbre viaja el destino sin dejar a nadie en paz. A nadie.
Y aunque aboguen tinieblas, aclamado en su firme caminar, el tiempo.
Seré como una faca en la garganta
De un amor interrumpido
Tengo, un mundo que lidiar de aquí pa' dentro.
Un suspiro que limita el porvenir;
De los infiernos el sustrato de vivir me reconforta un solo momento.
Justo cuando apareció la luz que ilumina tu mirada a despejar el dolor que me acompaña. -Ay! Tanto tiempo sin saberlo y ahí estaba!-Marchitando el corazón.
Momentos quedan que reclamar a la inconsciencia por labriegos sudores de hierro pelado a mansalva con nocturnidad y alevosía, pergeñado el devaneo con la suave y dulce rutina, de la poca complacencia.
Tensó el alma una cuerda de mimbre que sujeta un corazón, que se dobla pero que no ceja de pensar en dos. Sin partirse.
Y nada tiene que ver con el recelo. No les de por malpensar. No hay desamor mis palabras, sólo que no sé si podré llenar tanta expectativa.
Nada hay en lo que escribo que no venga de dentro, de lo hondo.
Mi vida es feliz sólo y únicamente porque lo desean cuatro almas (tres y un cuarto) que me alzan la mirada y me invitan a vivir.
Siempre fue la luz, el fuego.
Tus ojos me miran, quizá, pensé;
Y el torrente de fuego inundó un corazón oxidado en desamor, escaso de calor.
Una maraña de sentimientos aclamando libertad le invaden, miles de conciencias hambrientas de soledad se agitan, luchan, guerrean, insisten. Insisten, guerrean y luchan por doblegar la banalidad de su ingenuidad.
No hay piedad. Ni sumisión. Es la vida.
Esos ojos negros. Llenos de luz.
Esa boca de fresa, y ese corazón de fresón.
Me dan la vida.
Cada vez que pienso en ti, la vida se me va de lejos, hacia el mar, sin otra obviedad que desesperarme otra vez. Oscuro voy. Vencido estoy. Esperando otro amanecer, en otro tiempo, en otra vida lejana.
Para M.
Y cómo tus ojos me gritan: Que yo no estoy llorando!
Y ver en las lágrimas que cuelgan de tus mejillas que ya estás volando a un lugar insospechado, otra vez.
Sentir que tus manos me piden: Ayúdame a subir el escalón que me caigo!
Y ver el lunar clavado en tu brazo sin más,
abrazado a otro trago.
Muero por dentro de verte tirar para abajo y por no tener fuerza ni convencerte de que no hay nada malo por llorar y perder, para luego ganar otra vez.
Y quisiera cogerte la mano y empujarte hacia el cielo, y querer que vuelvas a verte sonreír frente al espejo otra vez, el mismo que al despertar cada mañana no hace mucho tiempo atrás engalanaba con tu luz al mundo exterior.
Tras el espejo me encuentro un aliento cargado de llanto y dolor. De frente a mis ojos, la lluvia acontece plagada de tanto rencor que no me apetece salir al triste y ajado mundo exterior, prefiero doblar el camino y caminar, cada vez más a contracorriente, por debajo de la gente, que simplemente se ve normal y grandilocuente, especial.
Y yo agazapado en mi bufanda callejeo por una ciudad que ya no siento. Ni quiero.
