Una lágrima corre por mi mejilla
cuando comprendo que cerrar los ojos es la manera más rápida de estar a tu
lado. Contando recuerdos en mi butaca azul, mientras escribo estos versos, me llega tu ansiada y querida presencia.
Créeme que lo he intentado muchas veces, pero
nunca he conseguido tener esa fervorosa fe que tienen los demás, no nunca he creído
en nada más que en mi mismo. Y lo que mis ojos miran.
La vida nos da coletazos y restregones, y mira que yo la traté mal para que aún me sonría, aunque la
verdad no estoy en lo cierto que fuera verdaderamente así. Abandonado al dolor de tu abandono. Pero el azar o el destino,
lo que nos juzga, o yo que sé qué lo ha decidido así.
Seguramente hice más por
marcharme que tú y que no puedo dejar de pensarlo noche y día, es más que
cierto. Si hubiera sido al contrario el
mundo sería de otra manera. Tendría tu luz. La misma que te alejó de mi lado. Desde el mismo instante en el que caminabas hacia esa luz, desde ese mismo segundo, mi alma se colmó…de nostalgia, de rastrojos
carcomidos por la hiel.
Pero esa maraña de revoltijos que
es la existencia humana, se ve plagada de despojos y muestra de ellos, los míos, los mismitos que
dejaste, esos que permanecen sentados en la butaca azul hilvanando soledades y putadas
de amor, como son mi sonrisa gris y mis
ojos tristes.
Ahora empiezo a creer, noto que se me erizan los cabellos de la nuca al
recordarte, cuando por las noches sueño que quiero soñar contigo, cuando cada
día estoy más cerca de ti, cuando comprendo que por fin vienes a por mí. Has tardado demasiado.