Pesa demasiado, la realidad te
agobia en tu cabeza y sientes la necesidad de escapar, de huir, de buscar ese
punto de fuga que te aleje del destierro al que tú mismo te has sometido por
haber elegido circular en sentido contrario al resto, desafiando notablemente
todos los principios fundamentales de la física, dejándote arrastrar por la
dejadez sin presentar resistencia alguna. Es ahora cuando notas que bailas al
son que lleva el viento sin marcha atrás,
sientes su fuerza empujándote al abismo. De cómo ves el vacío en que se ha
convertido tu mente, mejor ni pararse a pensar. Te has cansado muy pronto de
luchar, de buscar la ocasión de despegar, de vivir. Hoy leyendo esa esquela
comprendo que se te acabó la ilusión, acabaste perdido entre el humo de
los bares, anclado en el pasado, sólo, maldito.
Volví a nacer cuando perdí el dolor de tus silencios,
cuando descubrí en el placer de tus miradas lo que
siempre enmarcaban mis sueños…
"En lo Hondo"
Gustavo GP
miércoles, 30 de septiembre de 2015
martes, 29 de septiembre de 2015
Confesiones III
Suele pasar que cuando escribo algo, me olvido de todo lo malo, intento pulir mis defectos, convertirlos en virtud. Excavar letras de lo profundo. No engañar a nadie, decir la verdad como la siento y querer sentirme reflejado en los versos.
En todos y cada uno de ellos hay parte de mí. De mi vida. De mi viaje por las noches en vela.
No puedo negar el placer de leer algo que yo he escrito y más aún que haya gente que no tenga conciencia y me lea. Pero es más la necesidad que me da el plasmar las cosas que salen de dentro pero que no se dicen porque no, porque sinceramente no son políticamente correctas.
Me encanta expresar en los papeles mis secretos más escondidos, místicos, crípticos, diciendo lo que digo sin que sepas lo que escribo, o al menos que te haga pensar lo que cuento.
Me siento delante de mi ordenador y comienzo a pulsar teclas sin ton ni son y así comenzar a hacer realidad mis sueños. Me gusta viajar al país de los cuentos, brindar con cerveza con los duendes, bailar con las hadas, hablar con las musas y sentir su magia, al menos por unos instantes para encontrar lo que todo ser busca. Hasta que cobra sentido el seguido del punto del fin.
Y allí estaba. Lo encontré en el corazón, encontré el mapa donde se esconden los sentimientos, ya ves, no estaba tan lejos.
Solo falta seguir sus pasos, hasta la x.
Sangre
Quisiera ser neurona
Que en el cerebro aguarda
Nerviosa, el sonido de tu voz.
Escondida espera muy dentro.
¡Me reviente el corazón!
Permanecer en tu memoria
Ocultar toda la fobia,
Sacarme de las entrañas
La sangre con la que escribir.
Sabrás qué es lo que escribo,
Viste de rojo carmesí.
Me veo a su vera diciendo te quiero,
Despierto y el sueño llega a su fin.
lunes, 28 de septiembre de 2015
Quien quiera entender que entienda
Afilo mi pluma
Los dientes también.
Bajo a la oscura
Posición de mi sien.
Reviento tinteros,
Controlo el lenguaje,
Me dejo llevar.
Que siguen revueltos
Los tiempos,
No dejan de llover
Lagrimillas.
Los mares de las pestañas
Se jactan de ser pioneros,
En esa ciencia, a saber…
Se siguen riendo,
Contando patrañas
De coraje usurero.
Reventando familias,
Burlando destinos de hielo.
Que invierte en dolor inocente
Argucias de diablo, pasaje romano,
Católicamente, se dejan querer.
Se quieren querer.
Patrones de mierda y cuchara,
Usureros.
Beatos clasistas,
Que les sobra cara
Que buenos serían
No empañando alegrías,
De infieles, devotos…
Da igual,
Son la Santa Compaña.
Que viene a jodernos la luz.
Cada vez más necios
Por ello porfían,
Su desalojo…Bah!
Les vale salir en la foto.
¡Mira que recios!
Fragmentos
viernes, 18 de septiembre de 2015
Para mi Padre
Que se vaya la luz,
Que empiecen los sueños
A contar estrellitas,
Retales de noches de invierno.
Barriendo los muros...
De mi pensamiento,
Corriendo senderos
Tu huella no veo,
Gritando te quiero….
Por el bosque del firmamento.
Que empiecen los sueños
A contar estrellitas,
Retales de noches de invierno.
Barriendo los muros...
De mi pensamiento,
Corriendo senderos
Tu huella no veo,
Gritando te quiero….
Por el bosque del firmamento.
Aletea la persiana
Y despierto del sueño,
Tú ya no estás, yo ya no camino
Tras tu caminar desbocao…
¿Qué hago aquí sentao?
Sudando, temblando,
Febril…soñando con verte.
Queriendo tenerte a mi lao.
Abrázame fuerte.
En esta cama jamás
Juzgaré la calentura
Que me deja el despertar
Sin poder ver tu sonrisa.
Atrapado como estoy…
Agazapado tras la puerta..
Acariciar tu pelo
Sentir que contigo siento,
Despedazarme por dentro
Al besarte los secretos.
Sentir el calor
Que desprende tu risa,
Abrazos que nunca te dí
Maldita mi vida.
Que un día volverás
Caminando a este rincón,
Trayendo contigo a la luna…
Dejando al sol en cueros
Por volver a estar conmigo.
Tú que nunca te has ido.
Que vuelvan los sueños
Otra vez, que marchen
A otro lugar mis miedos.
Que vuelva a verte por dios,
Que nunca te tenga lejos.
Las estrellas, qué putas son,
Se te llevan de mí…
De aquí a la luna.
No concibo el despertar
Si no meces tú mi cuna.
Y despierto del sueño,
Tú ya no estás, yo ya no camino
Tras tu caminar desbocao…
¿Qué hago aquí sentao?
Sudando, temblando,
Febril…soñando con verte.
Queriendo tenerte a mi lao.
Abrázame fuerte.
En esta cama jamás
Juzgaré la calentura
Que me deja el despertar
Sin poder ver tu sonrisa.
Atrapado como estoy…
Agazapado tras la puerta..
Acariciar tu pelo
Sentir que contigo siento,
Despedazarme por dentro
Al besarte los secretos.
Sentir el calor
Que desprende tu risa,
Abrazos que nunca te dí
Maldita mi vida.
Que un día volverás
Caminando a este rincón,
Trayendo contigo a la luna…
Dejando al sol en cueros
Por volver a estar conmigo.
Tú que nunca te has ido.
Que vuelvan los sueños
Otra vez, que marchen
A otro lugar mis miedos.
Que vuelva a verte por dios,
Que nunca te tenga lejos.
Las estrellas, qué putas son,
Se te llevan de mí…
De aquí a la luna.
No concibo el despertar
Si no meces tú mi cuna.
El Señor de la Niebla (y III)
Hoy Hazazel y el resto de la guardia todavía siguen sus
pasos. El capitán de la guardia y sus soldados lo persiguen. La niebla no durará
eternamente, debe pensar en algo.
Este día de principios del
invierno es igual que ayer, igual que el anterior. Mañana fría y soleada y
tarde de bruma espesa y fría. El bosque se acaba y da paso a unos riscos y
peñascos que dificultan la huida. Dorian comprende que si no quiere despeñarse
por algún acantilado, tendrá que detenerse en cuanto baje la niebla.
Demasiado peligroso el continuar
por senderos que pueden acabar abruptamente en barrancos y despeñaderos. Aflojará
el paso, dejará que los soldados se le acerquen. Cuando ya no puedan avanzar
más acamparán.
Después de un poco de carne
salada y bayas se deja arrastrar a un sueño cada vez más inquieto que no dura
mucho.
Esa será su oportunidad, su única
oportunidad, atacar bajo la niebla, un espeso manto que no deja ver más allá de
su nariz, pero es la única forma de acabar con ellos. Adelantarse a ellos,
atacarlos. Con sigilo extremo, avanza entre los abetos. Unos minutos más tarde
le parece que la niebla emite un pálido destello amarillento; los restos de una
hoguera, piensa. Todavía avanza con más cuidado, seguro de que han dejado a
alguno de guardia. Mucho más curtido en guerras y emboscadas que los bien
pagados soldados del brujo, detecta al centinela sin que éste ni tan siquiera
sospeche de su presencia. Una mano en la boca, un puñal en el cuello y el
centinela cae, sin más sonido que un grito ahogado. Ahora avanza más deprisa,
alumbrado por la hoguera. Un soldado que ya no despertará, luego otro y luego
otro, así hasta cinco. Un crepitar en la hoguera, un paso en falso y el capitán
de la guardia se levanta, espada en mano. Aún está algo aturdido, pero detiene
el ataque de Dorian lo suficiente para llegar a despertar a los dos soldados
restantes. A pesar de su desventaja, el príncipe sabe usar el terreno en su
favor y conoce el arte de la guerra. Era el capitán de los ejércitos de su
padre, el Rey. Esquiva las acometidas y solo lanza ataques cuando cree que
alcanzarán su objetivo. A un soldado, el más joven de todos, el miedo y el
cansancio lo llevan a cometer un error. Apoyando demasiado el peso del cuerpo
al realizar una estocada, se ha acercado demasiado al Dorian y, éste, con veloz
movimiento de ha encajado el puñal entre las costillas. El soldado trastabilla,
boquea en busca de aire y se deja caer, lentamente, al lado de un viejo abeto.
No lo sabe pero cuando se sienta entre las raíces del árbol ya está muerto. Con
más espacio para maniobrar, el capitán y el otro soldado lo están acorralando.
Este empieza a defenderse a la desesperada o eso es lo que le parece al soldado
cuando ve un hueco en la guardia de su adversario. Ataca rápido, veloz, como ha
hecho otras veces, pero Dorian lo espera. En un arriesgado movimiento intenta
esquivar la espada. Prácticamente lo consigue, la espada muerde cuero, Dorian gira
sobre sí mismo dejando pasar al soldado y lanza un tajo oblicuo hacia atrás que
cercena músculos y venas. El soldado cae, pesadamente, por su propia inercia y
el empuje de la pesada espada. Ahora son
uno contra uno, dos grandes guerreros. Giran alrededor uno de otro lanzando estocadas.
Puede que gane el mejor o el más afortunado, sólo puede quedar uno. La pelea se
prolonga por un largo espacio de tiempo, inacabable, eterno, hasta que el
capitán de la guardia, demasiado viejo contra la juventud y rabia de Dorian, cede
ante su empuje. Un golpe brutal, con furia inusitada, de arriba a abajo que
rompe la hoja de la espada de Hazazel, continúa su camino partiendo el casco
del capitán y reventándole el cráneo. Dorian exhausto se deja caer junto a la hoguera. Ahora solo queda
volver a Kcorl y recuperar lo que es suyo. Mañana por la mañana volverá a por Percy.
Ha pasado casi un día desde su
encuentro con los soldados. El mismo frío, el mismo paisaje, abetos y peñas, la
misma niebla gélida, espesa. Dorian está herido, camina dejando tras de si un rastro rojizo.
Por la mañana apenas eran unas gotas cada diez pasos. Ahora es continuo, se
está debilitando. El capitán de la guardia alcanzó el objetivo en una de sus
estocadas.
La niebla va ocultando el camino.
Lo siguen. Él necesita ver el camino, los que le siguen sólo el olor de la
sangre. No los ha visto pero sus aullidos indican que están cada vez más cerca.
Merodean a su alrededor esperando su momento. No tienen prisa, lo seguirán con
la misma tenacidad que lo siguieron los soldados. El camino ya no se ve y sus
pasos son torpes. Alcanza a ver un peñasco surgiendo de la niebla, avanza hacia
él, tropieza, se levanta, da unos pasos y vuelve a tropezar. Cualquier huida es
imposible, lo sabe y se abandona, se deja caer, vencido, apoyando la espalda
contra la peña. Ya lo envuelve la niebla que sigue bajando desde las cumbres de
las montañas. Envuelve al peñasco, envuelve al bosque, envuelve al mundo. Ya
sólo hay niebla, fría y espesa. Silencio aterrador y después un aullido largo,
agudo que parece surgir de las entrañas de la tierra, acompañado de una carcajada
siniestra. Era de Angmar, el Señor de la Niebla.
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