Te prometo que doy el paso, sin tocar el suelo.
Doy la vuelta cualquier día, para ser tu compañía...
Y llega el momento de sentir cómo y cuánto la realidad se equilibra sobre tus hombros, desgastados por el paso del tiempo, de buscar un espacio por donde escapar del momento agobiante, un punto de fuga que te haga volver a nacer, a creer en ti mismo. A conocer de ti.
De sentir cómo el mundo gira alrededor de tus pies, y notar cómo desafías las leyes de la gravedad, cómo notas su caricia, la caricia del viento en tu mejilla.
Y como si de una maldición se tratara, lo ves venir, vislumbras la sombra de quien sospecha de todo, del fantasma de la duda y lo retas, lo desafías, te atreves a reírte de él, a descojonarte de él. Y vences. Lo derrotas con coraje y ganas de ser tú.
Pero al tiempo recae la duda, percibes un momento de nostalgia y encuentras la huella de una emoción pasajera, fugaz, te das cuenta que la vida es un eterno carnaval de sensaciones encontradas y no puedes detener el tiempo. Pero tampoco te hace falta, has aprendido a vivir del lenguaje de la experiencia, y a escuchar el sonido del corazón sólo cuando valga la pena.
Sí que tienes que entender la voz del silencio, la que te indica el camino de escape sin elegir lugar alguno donde morar errante, donde sólo debas huir de ti mismo.
Me gusta tu soliloquio.. un mundo interior tan grande o más que el que tenemos ahí fuera.
ResponderEliminarMe acostumbro, a leerte.
Besos siempre.
Ya tienes valor. Jajaja.
EliminarGracias María.
Hay fondos que nunca se encuentran por más que se vacíe el cajón.
Besos siempre.