Porque nadie entiende lo que yo quiero expresar mi niña.
Me dolió alguna vez, mucho, pero ya no siento nada, ya todo está realizado.
Y me muero por contarte lo que guardo retenido en el fondo del cajón, en ese rincón preferido lejano a mi, cerquita de mi memoria.
Y vuelco sentimientos tintados en papeles retorcidos,
arrugados, escondidos, sabiéndose muertos sin haber nacido porque fruto de mis invenciones de loco trovador salen enrevesadas frases de poeta ingenuo, desembocando en nada. Unión de palabros enjutos, de soldador de versos de ciego, yesaire de sílabas olvidadas, albañil de corazones inquietos. Y escribo pensando siempre en algo inquietante, que me altera el corazón, un te quiero, un simple beso, una bomba en Siria, un refugiado pateado, un desalojo, el ultraje de mi río Tajo, una simple vida. Escribo alumbrando desdichas y fracasos, amores sinceros, sinceros tequieros, dibujo sencillos retablos, pero no quisiera escribir lastres concursales, primero porque no soy ducho en métrica, ni quiero aunque quisiera, segundo y más importante, porque me siento libre al plasmar en tinta lo que pienso al momento, sin pensar en consecuencias, sintiendo de corazón todo lo caligrafiado, letruja a letruja, asumiendo diligencias.
Sean cuales sean.
Todas significan y magnifican las tensiones en el alma.
Y después de esta retahíla, mañana te contaré lo que guardo en el cajón de los versos olvidados, si aún no muero.
Es la esencia misma que nos llena a los que amamos escribir con el alma
ResponderEliminarA la luz de un candil...
EliminarBesos.