Elliot estaba como loco por volver del colegio esa tarde, no hacía nada más que
darle vueltas a la frase que Dorian le dijo, ¿Cómo podía el conocerle?
Al llegar a casa, Elliot, fue directamente a la casita del
árbol, a rebuscar entre los cuentos que ya había leído y releído tantas veces.
¡Allí estaba! Estaba confuso, ¿cómo podía ser que Dorian, el Elfo que le había
regalado el colgante, fuera en realidad el protagonista de uno de sus cuentos?
Posiblemente fuera en realidad un sueño, tampoco era del todo cierto, el
colgante seguía anclado en su cuello…
Cogió el cuento que tenía por título “Dorian, El Guardián
del Bosque de Wran” y comenzó a leerlo para poderlo comprender:
“Dorian era un elfo
joven para su pueblo, pero demasiado viejo para los humanos, era su primera
misión de adulto y no podía fallar a su pueblo. Le habían conferido la tarea de
salvaguardar la entrada suroeste del bosque de Wran, allí donde habitaban unos
cazadores furtivos a los que nada detenía.
Uno de los días en
que Dorian caminaba, entre los matorrales notó el rugido de un animal.
Se acercó a la
alberca y allí, tendida en el suelo con la pata retorcida por la trampa, se
encontraba una preciosa loba gris. Era un cachorro aún pero ya tenía bien
desarrollados sus dientes como pudo comprobar el elfo al intentar quitarle los
grilletes.
Dorian alimentó y
cuidó de la loba hasta que ésta fue ya capaz de alimentarse sola y vivir en
libertad en el bosque. Durante esos meses, Dorian no dejó de perseguir a los
furtivos que cada día iban al bosque a cazar animales para luego vender sus
pieles o traficar con sus huesos. ¡Intentaron cazar a Lorcuff! Una pequeña loba
indefensa. No cejó en el empeño hasta que un buen día contempló cómo un
hombretón se tambaleaba, colgado boca abajo de una de las ramas de un viejo
sauce, capturado en una de sus propias trampas.
“Dime un solo motivo por el que tenga que dejarte libre hoy, cazador de
animales.” Le dijo Dorian.
El furtivo le
contestó que no tenía ninguno, pero que si le dejaba ir ya no volvería a cazar más animales.
Dorian se lo pensó un
poco, intentando leer la mente del furtivo y después de un momento le dejó
libre, pero no, sin que se llevara un mordisquillo de recuerdo, de la pequeña Lorcuff en el
trasero. Y con la condición de quitar todas las trampas que hubiera por el
bosque”.
“¡Oh! Ahora lo recuerdo, son Las Aventuras de Dorian, nunca
conseguí leer la serie completa. Nunca es tarde si la dicha es buena “. Se dijo
Elliot, y el colgante refulgió de nuevo en su cuello.
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